sábado, 16 de diciembre de 2006

El don del fuego

Me encanta (J’adore) hacer de Maga Vestida para Clea. Desde el primer tronco pesado, hasta la última varita tensora entre dos piñas… Clea me acompaña en la elevación de esta mágica hoguera que supone para ella la lumbre que enciendo, en nuestra humilde estufa de hierro, cada día. Y no soy Maga, sino Dios, cuando atenta al centrífugo movimiento del humo, atino el inicio de la llama y lo conjugo con una palmada y un soplido (única verdad) revelador del Don del Fuego. Y ella me cree. Me crea, en algo que no soy…



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